miércoles, 27 de abril de 2011

El Cotilla.

Mi amigo el Cotilla llevaba un siglo intentado oír algo. Pardiez que he intentado saber qué. Mi amigo contrató empleo de gárgola al lado de la torre de la Antigua, por si en las alturas oía mejor. La cabeza alta, los ojos abiertos y la mano derecha haciendo bocina sobre la oreja,  apuntando al poniente, quizá al noroeste, a Santiago. Siempre atento, esperando…

Desde chaval creí que la gárgola era medieval; de mayor, seguí creyéndolo al estar en una parte del templo que conservaba sus piedras originales. Pero al consultar con gente del Departamento de Historia del Arte de nuestra Universidad (gracias Mª Antonia Fernández del Hoyo y Julia Ara Gil) resultó que el Cotilla se hizo durante la restauración de principios del siglo veinte.



Pero hasta entonces me creía ante un romántico misterio medieval.  Consulté la simbología románica y gótica, en la que nada es dejado al azar. Encontré que las gárgolas con forma humana  pueden representar las almas de los condenados, encaramados a las paredes de los templos a los que ya que no pueden entrar,  y su actitud simboliza el pecado cometido. ¿Era nuestro amigo un espía, un murmurador, un traidor? Indagué la historia local. Nada encontré en concreto, Sólo los momentos  convulsos que se vivían en los tiempos en que supuse tallada la gárgola: en el siglo XIV durante el  reinado de Alfonso XI, casi a la muerte de la reina María de Molina, brava mujer  como otras reinas de Castilla, que tuvo que lidiar durante la regencia de dicho rey, su nieto, contra conspiradores y nobles levantiscos. Entre ellos, don Juan Nuñez de Lara,  Don Juan de Haro el tuerto, don Juan Manuel y otros tantos… ¿Sería nuestra gárgola el alma de alguno de ellos encerrada en piedra?



Debo confesar que la pequeña gárgola me cautivó con su pequeño secreto que yo creía de quinientos años. Y que conste que me siguió cautivando incluso al saber que sólo tenía un siglo. Pero ahora sí que ya no importa. Coincidiendo con la última restauración de la Antigua, mi Cotilla ha perdido su manita de piedra y con ella su misterio. No se si ha sido una mala actuación, un accidente o se desprendió sola. El caso es que mi Valladolid ha perdido otro más de sus secretillos con encanto. Ya tenemos otro puñetero rincón con fantasma y nadie se ha dado cuenta;  así nos importa nuestro patrimonio.

Intentaré que esta perdida sea publicada en los Paisajes con Alma.

2 comentarios:

  1. Acabo de encontrar este blog (gracias al de Vallisoletvm). Me encanta.
    Es una pena que tengas que hablar de los rincones con fantasma en vez de poder ver lo que en ellos hubo. Pero esta ciudad es así.
    Una pena lo de la mano de la gárgola.

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  2. Enhorabuena, a mí me ha pasado lo mismo: acabo de descubrir este blog y sin duda le pondré en favoritos. Me ha gustado mucho. Por cierto, no había reparado en el detalle del "cotilla", y eso que yo me fijo. Qué pena que cuidemos tan poco lo que tenemos (lo que nos queda...)

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